lunes, 15 de diciembre de 2008

Artemisa y Endimión


Todas las noches, cuando Apolo terminaba su recorrido, Artemisa subía a su carroza ,a través del cielo, mientras era seguida por las estrellas.
Una noche, mientras pasaba, vio a un joven pastor dormido, con su rostro iluminado por la luz de la luna. Artemisa se sorprendió con su belleza. Detenio su carroza, bajó a su lado, se inclinó y suavemente le dio un beso.
Endimión, despierto a medias, abrió un poco los ojos y por un momento contemplólo que tenia enfrente. Esa sola mirada, aunque hizo huir rápidamente a Artemisa, hizo que se levantara de prisa y se frotara los ojos. Pero cuando volteó a ver a la Luna, la que vio tan cerca antes, lejos en el firmamento, se convenció de que todo había sido un sueño. Intentó volver a dormirse para continuar con ese sueño, pero ya no regresó esa noche, sino hasta la siguiente, cuando se recostó en el mismo lugar; y noche tras noche se repetía cuando los rayos de luna iluminaban su rostro.
Artemisa, tan enamorada como él, no podía dejar de pasar por donde estaba Endimión sin detener su carro por un momento, fue hacia él a darle un beso. Aún dormido, Endimión esperaba su llegada, pero un hechizo parecía impedir que se despertara.
El tiempo pasó, y Artemisa finalmente le hizo dormir eternamente y
lo llevó al Monte Latmo, donde cada noche la diosa se detenía para ir al lado de su amado y dejar un beso en sus labios. Esta historia inspiró a poetas de todas las épocas.

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